Una amenaza latente: La radiación nuclear
El accidente nuclear suscitado en Chernóbil (Ucrania) hace más de dos décadas es sin duda uno de los mayores desastres ambientales de la historia.
No obstante, los episodios vividos recientemente en Japón han puesto en alarma la posibilidad de un nuevo desastre nuclear relacionado a la Central Nuclear de Fukushima, principalmente por las implicancias que tendría sobre la salud pública y ambiental producto de la liberación de radioactividad en el medio ambiente.
La central nuclear de Fukushima tiene seis reactores, de los cuales, cuatro principales de ellos resultaron fuertemente dañados por los desastres ocurridos la semana pasada afectando principalmente sus sistemas de refrigeración, lo que derivó en el recalentamiento de las barras del combustible nuclear, provocando las filtraciones de radiación.
El mayor riesgo de contaminación que se presenta ahora es debido al calentamiento de las instalaciones y la posible fusión extendida del núcleo de los reactores, lo que generaría emisiones catastróficas de radiación al ambiente. En el núcleo de un reactor existe más de medio centenar de contaminantes, de los cuales entre los más peligrosos, algunos tienen una vida corta como el Yodo-131 y otros una vida más larga como el Estroncio-90 y Cesio-137.
Los impactos en la salud pública y ambiental más relevantes producidos por el exceso de radiación son el cáncer, la leucemia, quemaduras extremas, mutaciones genéticas, esterilidad temporal o permanente, necrosis de la piel y de tejidos internos, destrucción de medula ósea, disminución de sistema inmunológico, entre otras lesiones diversas. Mientras que el peligro potencial ambiental más delicado sería la alta concentración biológica de las sustancias radiactivas a lo largo de las cadenas tróficas. De este modo se produciría una contaminación radiactiva indirecta de largo periodo a través de los sedimentos en los medios acuáticos, atmosféricos y terrestres que generaría una reacción en cadena sobre los ecosistemas que pondría en peligro a la diversidad biológica humana, animal y vegetal.
La amenaza latente generada por los embates de la naturaleza en Japón y sus afectaciones sobre la Central Nuclear de Fukushima han puesto en la mirada mundial la evidencia de uno de los impactos potenciales mayores derivados del empleo de una planta de energía nuclear. Según información reportada en la red de la Asociación Nuclear Mundial WNA existen alrededor de 440 plantas nucleares en 30 países del mundo las que originan el 14% de la electricidad mundial.
Sería lógico pensar que estas plantas se extendieron en muchos países que buscaron además de la disminución de sus costos energéticos, -paradójicamente-como una medida de protección ambiental, la reducción de las emisiones de los GEI (gases de efecto invernadero). Sin lugar a duda, las diversas energías alternativas como la energía solar, eólica, geotérmica, hidroeléctrica, entre otras, también generan impactos negativos en el medio. No obstante, lo importante a la hora de decidir cuál tecnología energética adoptar, está en ponderar la capacidad de manejar estos impactos con medidas preventivas, de seguridad y mitigación analizadas bajo todos los posibles escenarios, de manera que “el remedio no sea más caro que la enfermedad”.
A todo esto, queda ahora tres tareas: en primer lugar controlar y aislar la zona afectada evacuando a los pobladores más próximos, en segundo lugar y producto de las lecciones aprendidas vigorizar las políticas energéticas y de seguridad globales y finalmente a todos como ciudadanos adoptar prácticas de uso y consumo saludables como el ahorro energético.
Por: Elizabeth Oré N.
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